domingo, 10 de enero de 2010

BARES, LIBROS, MUELLES, TRAGOS…HEMINGWAY.

Se cumplen hoy, 111 años del nacimiento de Ernest Hemingway, y de una personalidad que difícilmente pase desapercibida, y es que el corpulento escritor, periodista, y amante de las bebidas, escribió grandes novelas que han quedado registradas en la historia de la literatura, trabajó como corresponsal de guerra, retrató soldados, barcos, pescadores, indígenas, y su rutina con la escritura se fue dando, casi siempre, en bares y bodegones que, básicamente, inspirarían su talento.
Fue un suburbio de Chicago el que lo vio nacer, por julio de 1899, y con el correr de los años, aprendió a tocar violonchelo, jugó rugby y practicaba boxeo, se alistó para su país en la primera guerra mundial, pero solo pudo ingresar a Europa como integrante de la cruz roja. Debido a esta participación, conoció en Francia todo lo que el ambiente literario podía ofrecer. Su vida sucedía en ambientes más que austeros, y bares y fondas eran su lugar predilecto a la hora de escribir sobre su principal trabajo que era el de corresponsal de guerra, lo que lo llevaría a recorrer toda Europa.
Toda la temática de la guerra y su novela “Adiós a las armas” de contenido autobiográfico, es una bisagra en el desarrollo no solo de su escritura, sino también en su mundo. Más tarde va a abandonar la prosa individualista y se va a comprometer con las luchas humanitarias en Africa y con los republicanos en España, escribiendo grandes obras como “La quinta columna” o “Por quien doblan las campanas”, en la cual señala “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”, y finalmente en el contexto cubano de La Habana, será “El viejo y el mar”, su otra gran obra de la literatura, la que lo va a consagrar una vez más.
La importancia del contexto donde Hemingway escribía, y el entorno que lo rodeaba, lo señalan las mesas de los bares, donde apoyaba su pluma, como algunos de Paris, como el “Harry’s New York Bar”, el cual era muy frecuentado por el escritor, y fue la cuna del nacimiento del cóctel Bloody Mary, o el bar del Hotel Ritz, que compartió con otros escritores tan famosos como Scott Fitzgerald, o Marcel Proust, y finalmente, dos de los lugares más preferidos por Hemingway, en La Habana, “La Bodeguita”, donde se creo el mojito que tanto agradaba al escritor y donde se pasaba largas horas escribiendo, o “El Floridita”, que lo llevó a conocer al Daiquiri, todos ellos, tragos realizados con su bebida favorita; el ron, inclusive hasta tuvo protagonismo en crear su propio trago, deshaciéndose del azúcar del daiquiri y añadiéndole más ron con pomelo y marrasquino, al que llamaron “Daiquiri a lo Papa”, “Papa Doble” o “Hemingway Especial”.
Todo el tema de su suicidio solo es una anécdota, pero en cambio su recuerdo, nos va a acompañar hasta cualquier muelle, cualquier barcaza, una apacible pesca, la vista recorriendo el horizonte, un acogedor libro, un mojito en mano y…Bon Appetit.

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