Son muchos, (tanto como sus talentos y disciplinas), pero hoy cumpliría 559 años de edad, Leonardo Da Vinci, y la intención de recordarlo surge no solo por haber sido inventor, escultor, artista, ingeniero, científico, arquitecto, urbanista, poeta, filósofo, escritor, músico, botánico y uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, sino para humanizar un poco al genio y citar que es lo que estaba ocurriendo en el siglo XV con las bebidas y con los alimentos que tuvieron su protagonismo en el famoso mural de la última cena de Jesucristo y sus apóstoles.
Fue en una ocasión a la que Leonardo Da Vinci fue invitado con motivo de una celebración de la boda de su sobrino y duque Ludovico el Moro, que ese sería el objeto central por el que Leonardo iba a pintar un mural, pero que todavía no estaba definido aún, pero lo cierto es que ese mural tenía un correlato ya que estaba influido por una gran cena con manjares y vinos. Leonardo finalmente tardaría unos tres años en terminarla y se trataría nada más y nada menos de la última cena de Jesucristo con sus apóstoles. Y fue así que Leonardo encargó una larga mesa para comenzar su obra y mandó preparar alimentos y traer vinos del Prior, pero no pasará mucho tiempo para que surjan las quejas del prior ya que luego de doce meses señalaba que ninguna marca ha hecho en la pared y solo se ha encargado de comer y beber, y en un mensaje le escribirá al conde …”las bodegas del priorato han sufrido una gran merma y ahora están secas por completo, pero el maestro Leonardo insiste en probar todos los vinos hasta dar con el adecuado para su obra maestra”, más adelante elevará su queja señalando…”mis frailes pasan hambre pues el maestro Leonardo dispone a su antojo de nuestras cocinas día y noche confeccionando lo que él afirma será la comida que precisa para su mesa”. Es necesario señalar que la tecnología de computación utilizada para ver el mural en los siglos posteriores permitió a los científicos de la revista médica The International Journal of Obesity escanear, rotar y calcular las dimensiones de cada una de las imágenes sin importar su orientación en los cuadros para ver que es lo que Leonardo pintó en su mural.
Por su parte el historiador John Varriano, profesor de la Universidad de Massachussets, en una exhaustiva inspección del cuadro descubrió con sorpresa que lo que hasta entonces se pensaba como pedazos de carne, eran en realidad restos de anguila y a lo largo de la mesa se podían visualizar, además de trozos de pan, nítidos gajos de naranja y semillas de granada. Lo cierto es que Leonardo tardó en realizar su obra casi tres años y fue en los últimos tres meses cuando pintó a los apóstoles, siete vasos de vino tinto medio vacíos y una comida que habría resultado mucho más austera de lo esperado y que habría contado con zanahorias, anguilas y unos huevos cocidos, muy en consonancia con el modo de vida sencillo al que se hallaba la sociedad bajo dominio del imperio romano. Leonardo (como le gustaba que lo llamaran), fue un adelantado en su época ya que no solo nos queda de él “La última cena” o “La Gioconda”, o sus múltiples sapiencias que tantos arquetipos dejó para las futuras invenciones, sino que su persona siempre estuvo involucrada al humanismo, al espíritu crítico y sobre todo a esa infaltable necesidad de inquietud que manifestaba como una curiosidad eterna que tan bien le hizo (y le hace) al pensamiento para día a día intentar construir sociedades más humanas y racionales. Bon Appetit.